Esta es la historia de un gnomo con fe y que sigue para alante.
Garganta Grito de Guerra.
La Horda había capturado dos banderas, y la tercera ya
la había cogido y estaba de camino a su base, mientras que la Alianza
se quedó sin un punto. Las esperanzas de todos habían desaparecido y la
batalla parecía perdida. Pero hubo un valiente gnomo que no se
conformaba con esperar a la siguiente para tener un poco de más suerte.
- ¡Esto aún no ha acabado! ¡Aún podemos ganar! ¡Sólo es necesario
tener un poco de fe en nosotros mismos y en la Alianza! – dijo él.
Las risas de sus compañeros no se hicieron esperar, y se unían a sus llantos de desesperación.
- Está bien. Voy a capturar su bandera. Quien quiera que me siga. – replicó.
Aquel gnomo, que pensaba que lo único que estaba perdido era la fe
de sus compañeros, se encaminó solo a la base enemiga, sin toparse con
ningún miembro de la Horda. Casi al final del túnel contrario, pensó
“Ahora o nunca”. Por suerte, había un acelerador disponible en aquella
serrería, y sin dudarlo, se hizo con él y entró de un modo casi suicida
a por la bandera enemiga. No esperaba encontrarse el panorama que
había: todo el grupo de la Horda, incluyendo al portador de la bandera
de la Alianza, estaba bailando y celebrando su victoria. El gnomo no
dudó, y consiguió su objetivo. La Horda se quedó tan atónita por
aquella actuación que no reaccionó hasta que aquel gnomo salió por la
otra puerta, con la intención de volver a su base por el cementerio
enemigo.
Diez contra uno es ciertamente una lucha absurda, y el valiente
gnomo no tardó en caer, perdiendo la bandera que portaba, que regresó a
su base enseguida. Su espíritu, ahora sí, había abandonado toda
esperanza de victoria. Fue entonces cuando sucedió lo inimaginable.
Nuestro héroe no estaba sólo. Alguien le seguía muy de cerca. Alguien
que la Horda no percibió. Alguien que volvió a coger la bandera enemiga
y logró volver por el túnel.
El gnomo caído, una vez resucitado, vio cómo sus compañeros
aliados, que se habían juntado todos en un grupo pensando en la
derrota, bajaban a la serrería a defender al portador de su bandera.
“¡Recuperad lo que es nuestro!” se oyó a lo lejos, y la elfa nocturna
portadora de la bandera enemiga se dirigió sola a la base, mientras sus
compañeros masacraban a la Horda con todas sus fuerzas y recuperaron la
bandera de la Alianza. La elfa nocturna clavó el asta de su carga en su
base, otorgando un punto a su equipo.
Al rato, la situación se repetía: cada facción con una bandera, y
el gnomo de nuestra historia, que no era el líder del grupo, actuaba
como tal, ordenando que dos personas protegieran a la portadora
mientras que el resto fuera a por lo que les fue robado. Así fue, y una
nueva bandera de la Horda sería capturada.
Sólo quedaba una más y la batalla estaría ganada. La Horda, sin
embargo, reaccionó ante lo que les acababa de suceder y aquella última
ronda fue la más larga de todas, teniendo que cambiar de escondite al
portador aliado varias veces. Aún así, nuestro gnomo no perdió ni una
pizca de fe, infundiéndosela a todos sus compañeros…